Antes de poner en marcha un proceso participativo es necesario plantearse una serie de cuestiones que en gran medida van a determinar la calidad de la experiencia, tanto si enfocamos el propio proceso como sus resultados, o ambas cosas. No es un secreto que la evaluación de la participación ciudadana está poco extendida si la comparamos con el desarrollo que han alcanzado los mecanismos participativos locales. Hay elementos que son básicos y que siempre deben tenerse en cuenta, porque de ellos va a depender que con la participación se consigan los resultados deseados en términos de profundización democrática y las iniciativas no se queden en meras operaciones simbólicas.

Estas son las 10 cuestiones básicas que no podemos olvidar para lograr una participación ciudadana de calidad: 

  1. Planificación estratégica de las políticas y mecanismos de participación, incorporando en ésta un diagnóstico previo para desarrollar un modelo propio que se adapte a la realidad de la organización y del entorno. Este análisis inicial puede abarcar factores políticos, económicos, sociales, tecnológicos, administrativos y legales.
  2. Lograr un acuerdo político, social y administrativo lo más robusto y amplio que sea posible.  Para el despliegue de un proceso participativo es preciso contar con la necesaria voluntad política, apoyo de la sociedad civil organizada y ciudadanía en general y consenso técnico. Es decir, compromiso por parte de todos aquellos actores que van a intervenir.
  3. Reglas de juego construidas de forma participada (por tanto, más legítimas) y en las que se delimiten de forma clara los objetivos de la participación y sus límites. De este modo tenemos, por un lado, objetivos realistas para no quebrar posteriormente la confianza de las personas participantes si no se cumplen las expectativas y, de otra parte, objetivos medibles y conectados desde el principio a los indicadores de evaluación.
  4. Abrir a la participación una problemática que sea relevante. Es decir, ha de justificarse el interés público del proceso participativo en cuestión, siendo ésta la mejor forma de atraer mayor número de personas participantes.
  5. Garantizar que en el proceso están representados los distintos colectivos interesados y/o afectados por la decisión, asegurando que exista la mayor pluralidad de voces e intereses posible y haciendo un esfuerzo por incluir a aquellos grupos que tradicionalmente no participan.
  6. Reflexionar sobre el grado de influencia (informar, involucrar, consultar, colaborar o empoderar) que se va a dar a las personas participantes en el proceso y qué metodología es la más apropiada para ello en cada caso concreto.
  7. Capacitar y facilitar toda la información necesaria por todos los medios disponibles (tanto digitales como presenciales) para participar, y que ésta sea completa, objetiva, accesible, comprensible y segmentada para los distintos públicos destinatarios.
  8. Aplicar en el desarrollo del proceso participativo técnicas que propicien que tenga lugar una deliberación de calidad (tanto en línea como «cara a cara») y se puedan construir, en su caso, consensos.
  9. Realizar una rendición de cuentas por todos los medios (asambleas presenciales u otras herramientas digitales) sobre los resultados del proceso participativo, dando seguimiento a las decisiones tomadas (si las hay).
  10. Llevar a cabo una evaluación continua e integral (desde su diseño) del proceso de participación, debiendo ser ésta también participada, habilitándose mecanismos de devolución. En este sentido, los resultados de la participación deben hacernos reflexionar sobre su impacto en las políticas públicas, en la generación de capital social y de cultura participativa en la propia organización.